viernes, 23 de mayo de 2008

LA PRE (solo xq mi jefe me lo ha sugerido)


'LAS OTRAS PRIMERAS VECES:
Definir la primera vez de algo es complejo,
-bien porque ya quedó olvidada o absorbida por tantas otras que vinieron detrás (la uniformidad difusora de la rutina)
-o porque fue tan nítidamente grabada en nuestro recuerdo que concederla tal importancia nos ha hecho grandificarla.

¿Quién recuerda la primera vez que se comió un helado? ¿o que le ladró un perro? ¿o que se quedó dormido estudiando? ¿o que paseó de noche por la playa? (a no ser que no viviera en una zona costera y nunca hubiese visto el mar…)

Son demasiados los pequeños placeres (negativos o positivos) que repetimos sin concederles la memoria de “la primera vez”.
Sin embargo, ¿Quién no recuerda su primer beso? (en el sentido no fraternal, decir estrictamente amoroso no es justo)
Todos hemos acabado dramatizándolo, dulcificándolo, añadiendo elementos al decorado de un acto del pequeño teatro en el que ni nosotros nos reconocemos como personajes ya, como si fuéramos demiurgos, no protagonistas, títeres de lo que sugiere nuestra nostalgia.
¿Quién ha olvidado aquel primer sabor? Puede que todos, otra cosa es que nos resistamos a reconocerlo.

Lo bonito de la primera vez es que sugiere que otras la han seguido o la seguirán, encontrar en cada una de ellas algo nuevo, y a la vez primitivo, puro,
“como la primera vez”,
y en esa ambigua heterogeneidad genuina, ser felices. Comparar, no lo podemos evitar, lo ya vivido, lo ya sentido, nos persigue.
Como quien mira al ser que ama y en cada respiración ve un nuevo cosquilleo, en cada parpadeo suyo respirar un nuevo aliento, los susurros de lo nuevo, en cada repetición, lo cínicamente “único”.

Sí, se trata de reconocer, de sentirnos seguros con lo ya conocido en cada apertura al mundo, que por poco que sea (que ya es un mucho) nos acompaña en cada aventura.
Reconocernos a nosotros mismos, aunque a veces queramos que nadie lo haga o deseemos desesperadamente que alguien nos arranque ese disfraz del que nos enorgullecemos.
¿Quién se acuerda de la primera vez que habló en público?
Yo no. Pero en cada una he sentido los nervios que debí sentir en la primogénita… quien no ha querido presentarse al mundo “como la primera vez”, ante desconocidos, empezar de nuevo, como la plastilina en las manos de un niño, esa imagen la tenemos todos, nuestros primeros días de colegio, el olor de las pinturas, las gomas, de tantos elementos “nuevos”, despertadores…

¿Quién recuerda la primera vez que lloró con una canción?
(y digo “con”, no “por”), no creo que muchos (no sé si por demasiadas o por ninguna), pero todos recordamos como fue nuestra primera entrevista de trabajo. Es paradójico.
Es lo socialmente reiterado, lo requerido en conversaciones que ya toman esquemas y precisan de puntos que deben ser anotados.
Nos hacemos adultos,
¿no fue lo que deseábamos desde la primera vez? Es símbolo de anécdotas, de diabluras infantiles y otras que no lo son tanto pero que siempre nos arrancan una SONRISA.

Otras veces desechamos esas primeras veces o seguidoras de las primeras veces (congruentes en algún módulo, se diría en matemáticas), olvidando que “todo lo malo viene de algo que no lo fue”.