lunes, 17 de agosto de 2009

"La literatura y sus mundos"


ESPERAR

¿A qué? Un regreso, un encuentro, el sabor de lo ya conocido que nos humedece los labios o los condena a su ausencia, los reseca.

Esperar...

Es peor desesperar, ¿por qué? Quizá sea eso lo que ponga fin a la espera. No todas son buenas, no toda paciencia conlleva su recompensa. Quizá ese sea el error,el esperar sin andar. Esperar a que los pasos no dados, los pasos de otros, nos lleguen en un liviano paseo ni comenzado.

¿Qué quiero decir con todo esto? Ni yo misma lo sé.

Quien soy yo para decir que tú eres mejor o peor que yo. Nadie lo es. Todo depende de los ojos de quien nos mira, de su decisión condicionada por lo que opinen los demás, y así sucesivamente. Qué más da, joder, qué más da.

Esperar, con riesgo. Sin él. Boca arriba siempre. O de lado. Qué más da. Lloverá.

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Con probabilidad 1 (es un guiño, yo “siempre” soy relativista) os preguntareis que tiene que ver el título con el texto y con la foto... Este árbol es una especie de helechos, sí, ¡siempre hay algo que aprender!; el título es el nombre del curso en el que me matriculé este verano por amor al arte, nunca mejor dicho, y el texto estaba en mi cartera desde hace un año, cuando una tarde me dio por ponerme a escribir en un banco antes de entrar a trabajar, lejos de los piropos de mis clientas, los gruñidos de mis encargados y algún buen peñizco en el culete de mis buenas compañeras (sí, como en “La tira”).

Relación de los tres elementos: Esperar era el tema de una de las charlas en las que no intervine en el curso, no porque no tuviera nada que decir, sino porque bastante había acaparado ya el micrófono y tenía mi pudor, aunque allí no lo pareciera (gracias Sergio, mis visitillas a tu plató dieron sus frutos). “¡Hola! ¿tú eres la chica de los helechos?”. Con las “pecas colorás” y la autoestima por las nubes, continuaba con mis preguntas, escuchándome desde lejos sin creermelo, no sé si fue por los asientos de la fundación, el aire acondicionado, la oscuridad, la gente... y fue precisamente por lo cómoda que me sentí entre toda aquella gente importante (jovencísima doctorada incluida ;), lo cómoda que ellos me hicieron sentir más bien, fue por ello que lo disfruté tremendamente y espero que sea así en los próximos años. Fue como un sueño que jamás pensé que pudiera volver a hacerse realidad.

Es un gran aliciente el saber que siempre podemos volver a ser lo que un día que quisimos, o al menos seguir anhelándolo.